
El error fundamental de quienes definen la filosofía a partir de su etimología es que terminan por concebirla como un ser, no como un quehacer; como algo establecido, y no como una posibilidad siempre virgen a rehender y recrear lo conocido. No basta con amar la sabiduría. Es necesario buscarla y lo que es más importante aún: encontrarla.
No basta, sin embargo, con licenciarse o doctorarse en filosofía para ser filósofo. El objeto de los estudios académicos en esta área en posesión de la intención y las condiciones orgánicas, racionales y afectivas básicas para hacerlo, cursa la licenciatura en filosofía ofrecida por la Universidad, al egresar este en condiciones de filosofar. Es decir, capacitado para abordar de manera crítica, metódica, conceptual y rigurosa el conjunto de problemas cuyo estudio se reserva a la forma filosófica de abordar la realidad.
No basta con licenciarse o doctorarse en filosofía para ser filósofo. La adquisición de la capacidad de filos
ofar va a depender en cada caso de la actitud asumida por el principiante; actitud que de un modo u otro será determinada por el estado de conciencia del estudiante; no obstante el Plan de Estudios de la carrera, puede ejercer en este sentido una influencia decisiva sobre el aprendiz de libre pensador.
La Universidad está en la obligación de proveer al estudiante de un instrumental teórico que le permita entrar en contacto con el pensamiento filosófico en sus textos originales.
Uno de los senderos de acceso a la filosofía es el conocimiento minucioso de la forma en que lo han hecho aquellos que nos precedieron en la intención y en el gesto. Los dos primeros años de estudios han de estar orientados a proporcionar al neófito un fondo común de verdades que le permita investigar con provecho las cuestiones más apremiantes del quehacer filosófico del ayer y de nuestro tiempo. La necesidad de poner a su alcance los principales procedimientos y técnicas de investigación filosóficas, como medio para adiestrarlo en el análisis conceptual, es impostergable. Al pensum actual deben ser agregados, por lo menos, dos niveles de “Métodos de Investigación Filosófica”, y una mención del mismo nombre. Rosa Krauze, René Descartes, Fernando Salmerón y Humberto Eco, entre otros, han hecho esfuerzos dignos de ser tomados en cuenta por la persona a quien corresponda impartir dicha asignatura por primera vez[1].
El proyecto de formar pensadores en lugar de eruditos quedará trunco, si no se suministra al principiante los materiales sobre los cuales va a filosofar. El método hay q
ue acompañarlo de un elemento al margen del cual es imposible todo conocimiento e, incluso, todo pensamiento: la cultura. Pero no se trata de la cultura en general, sino de la cultura filosófica, la historia, el discurso político, las artes plásticas y la narrativa. Solo volviendo la mirada hacia quienes han pensado rigurosa, metódica y sistemáticamente el mundo, se aprende a pensar validamente toda realidad pasada, presente o posible.
La necesidad de abrir nuevos caminos monográficos, que vengan a reforzar los ya existentes es impostergable. Es preciso incluir en el nuevo pensum sendos cursos orientados al estudio en sus fuentes originales, del pensamiento de Platón; de Aristóteles; de Sigmun Freíd y el Psicoanálisis; el Existencialismo; José Ortega y Gasset, Unamuno y la Escuela de Madrid; la Escuela de Frankfurt, y el pensamiento filosófico chino, hindú y japonés de nuestros días.
Hasta ahora, Oriente y Occidente se han contentado con plantear sus diferencias desde perspectivas macro-etnocéntricas, en función de la supuesta superioridad o inferioridad de sus respectivas culturas. Detrás de cada nuevo profeta de la superioridad cultura hay más de una finalidad estrictamente política. Dedicarse a los quehaceres propios del pensamiento filosófico implica decidirse a no despreciar nunca una opinión tomando como base parámetros ajenos a su lógica interna. Nuestro pensum no ha tenido en cuenta la existencia del pensamiento filosófico chino e hindú; ni siquiera a la mitológica griega, de donde la tradición cultural de occidente toma no pocos elementos.
Un
a relectura de La Ilíada, la Odisea, El Libro de los Muertos y la Eneida, desde esta perspectiva, nos colocaría en la dimensión de concebir la ruptura que se opera entre el pensamiento filosófico y el pasado mitológico y prefilosófico en sentido dialéctico (aufhebung). La historia de la filosofía I del Plan de Pensamiento Prefilosófico y Oriental.
De Oriente he aprendido a reclamar la ayuda del subconsciente cuando el consciente me la ha negado, en la resolución de determinadas cuestiones afectivas o racionales. Las presentes consideraciones son, en parte, producto de esta técnica de pensamiento. Por esa vía he obtenido muy buenos resultados, y bien me gustaría que otros también aprendieses a extraer el máximo de sus potencialidades intelectuales. Pero no sólo por esto se justifica la adición a nuestro pensum de la asignatura que he propuesto más arriba. No le está dado al filósofo ensoberbecerse del desconocimiento.
La ignorancia no constituye mérito ni confiere derechos, salvo los que se expresan mediante el silencio. No porque ignoremos o dejemos de tomar en cuenta los rudimentos filosóficos de Mesopotamía, Egipto, Judea, India y China, renunciarán éstos a su existencia. Acusándonos de unilateralidad permanecerán por siglos inmemoriales. ¿Qué nos autoriza a condenar al ensordecimiento el principio de la Gran Similaridad, formulado por Confucio, o la filosofía de la religión sostenida por Brijaspati: “No existe el cielo, ni la salvación, ni el alma, ni otro mundo, ni los ritos de casta…el Veda, triple dominio de sí mismo, y todo triste polvo y ceniza de arrepentimiento…medio de vida son para unos seres sin seso en la mollera y sin hombría…¿Cómo podrá este cuerpo, cuando polvo,. Revisitar la tierra? Si un espíritu p
asa a otro mundo, cómo es que la fuerza de su amor por los que deja atrás no lo obliga a volver? Las caras ceremonias, prescritas para aquellos que se mueren, sólo un medio de vida son, ideado por la astucia del clero, no otra cosa…Mientras dure tu vida, dale empleo en asueto y jolgorio, pide en préstamos a todos tus amigos y en festines gasta el dinero en busca de dulzuras”. ¿Qué tiene que envidiarle al ateísmo de Lucrecia? ¿Qué diferencia hay entre estas propuestas éticas y las de Aristipo de Cirene?.
No basta, sin embargo, con licenciarse o doctorarse en filosofía para ser filósofo. El objeto de los estudios académicos en esta área en posesión de la intención y las condiciones orgánicas, racionales y afectivas básicas para hacerlo, cursa la licenciatura en filosofía ofrecida por la Universidad, al egresar este en condiciones de filosofar. Es decir, capacitado para abordar de manera crítica, metódica, conceptual y rigurosa el conjunto de problemas cuyo estudio se reserva a la forma filosófica de abordar la realidad.
No basta con licenciarse o doctorarse en filosofía para ser filósofo. La adquisición de la capacidad de filos

La Universidad está en la obligación de proveer al estudiante de un instrumental teórico que le permita entrar en contacto con el pensamiento filosófico en sus textos originales.
Uno de los senderos de acceso a la filosofía es el conocimiento minucioso de la forma en que lo han hecho aquellos que nos precedieron en la intención y en el gesto. Los dos primeros años de estudios han de estar orientados a proporcionar al neófito un fondo común de verdades que le permita investigar con provecho las cuestiones más apremiantes del quehacer filosófico del ayer y de nuestro tiempo. La necesidad de poner a su alcance los principales procedimientos y técnicas de investigación filosóficas, como medio para adiestrarlo en el análisis conceptual, es impostergable. Al pensum actual deben ser agregados, por lo menos, dos niveles de “Métodos de Investigación Filosófica”, y una mención del mismo nombre. Rosa Krauze, René Descartes, Fernando Salmerón y Humberto Eco, entre otros, han hecho esfuerzos dignos de ser tomados en cuenta por la persona a quien corresponda impartir dicha asignatura por primera vez[1].
El proyecto de formar pensadores en lugar de eruditos quedará trunco, si no se suministra al principiante los materiales sobre los cuales va a filosofar. El método hay q

La necesidad de abrir nuevos caminos monográficos, que vengan a reforzar los ya existentes es impostergable. Es preciso incluir en el nuevo pensum sendos cursos orientados al estudio en sus fuentes originales, del pensamiento de Platón; de Aristóteles; de Sigmun Freíd y el Psicoanálisis; el Existencialismo; José Ortega y Gasset, Unamuno y la Escuela de Madrid; la Escuela de Frankfurt, y el pensamiento filosófico chino, hindú y japonés de nuestros días.
Hasta ahora, Oriente y Occidente se han contentado con plantear sus diferencias desde perspectivas macro-etnocéntricas, en función de la supuesta superioridad o inferioridad de sus respectivas culturas. Detrás de cada nuevo profeta de la superioridad cultura hay más de una finalidad estrictamente política. Dedicarse a los quehaceres propios del pensamiento filosófico implica decidirse a no despreciar nunca una opinión tomando como base parámetros ajenos a su lógica interna. Nuestro pensum no ha tenido en cuenta la existencia del pensamiento filosófico chino e hindú; ni siquiera a la mitológica griega, de donde la tradición cultural de occidente toma no pocos elementos.
Un

De Oriente he aprendido a reclamar la ayuda del subconsciente cuando el consciente me la ha negado, en la resolución de determinadas cuestiones afectivas o racionales. Las presentes consideraciones son, en parte, producto de esta técnica de pensamiento. Por esa vía he obtenido muy buenos resultados, y bien me gustaría que otros también aprendieses a extraer el máximo de sus potencialidades intelectuales. Pero no sólo por esto se justifica la adición a nuestro pensum de la asignatura que he propuesto más arriba. No le está dado al filósofo ensoberbecerse del desconocimiento.
La ignorancia no constituye mérito ni confiere derechos, salvo los que se expresan mediante el silencio. No porque ignoremos o dejemos de tomar en cuenta los rudimentos filosóficos de Mesopotamía, Egipto, Judea, India y China, renunciarán éstos a su existencia. Acusándonos de unilateralidad permanecerán por siglos inmemoriales. ¿Qué nos autoriza a condenar al ensordecimiento el principio de la Gran Similaridad, formulado por Confucio, o la filosofía de la religión sostenida por Brijaspati: “No existe el cielo, ni la salvación, ni el alma, ni otro mundo, ni los ritos de casta…el Veda, triple dominio de sí mismo, y todo triste polvo y ceniza de arrepentimiento…medio de vida son para unos seres sin seso en la mollera y sin hombría…¿Cómo podrá este cuerpo, cuando polvo,. Revisitar la tierra? Si un espíritu p

[1] Esta recomendación está motivada por la tendencia predominante en nuestro ambiente espiritual a creer idénticos los procedimientos lógicos (métodos) utilizados por la sociología y la filosofía. Se trata de una extrapolación metafísica no del todo ajena al cientificismo positivista reinante. Ya en la Ciencia de la Lógica planteaba Hegel, con razón, que “la filosofía, si tiene que ser ciencia, no puede, como lo he recordado en otro lugar, tomar en préstamos para este fin sus métodos de otra ciencia subordinada… “Spinoza, Wolf y otros se dejaron engañar al aplicar ese método también a la filosofía, y al hacer del proceder del concepto, lo que es en sí una contradicción”. (J.W.G. Hegel, Ciencia de la Lógica, Editorial Librería Hachette, S.A., Buenos Aires, Tomo I, pp. 38 y 37 respectivamente).
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