viernes, 20 de febrero de 2009

Breve introducción general al estudio de los problemas relativos a la estructura o esencia de la filosofía, IIIª Parte

a- Ciencia, Filosofía y Conocimiento Cotidiano

Ya el mismo Aristóteles
[1] entiende el conocer científico y filosófico como algo distinto y bien diferenciado de la mera “doxa” u opinión. Hasta tal punto aparecen diferenciadas éstas formas de conocimiento en Aristóteles que llega inclusive a plantearse el surgimiento de las ciencias y la filosofía en una etapa histórica más avanzada en el tiempo que las “nociones vulgares de los sentidos”.

El “conocimiento” vulgar es un conocimiento a-metódico, es decir, que se obtiene involuntariamente y sin la necesidad de proceder normativamente. Sabiendo que a la vez que a-metódico es también sensible y específico (concreto) es consecuencia obligada concluir en que sus resultados son siempre oscuros e indistintos, poco claros, imprecisos. Mudables, relativos.

Un tipo de conocimiento que responda a éstas características, como es evidente, no puede resistir el “arma de la crítica”, no siendo, por tanto, digno de ser considerado como parte integral del conocimiento científico o filosófico. No es posible una ciencia de lo cotidiano, lo cual no ocurre en cuanto se refiere al filosofar en que sí es posible (¡y reclamada a propósito de cierta realidad!) una filosofía del sentido común, ya tato Marx como Althusser nos hablan insistentemente del “profesional de la ideología” etc…pero bien volvamos a la idea axial del presente parágrafo expuesta al inicio del mismo y que pretende sentar las premisas para una delimitación o diferenciación del conocimiento vulgar o cotidiano y la filosofía, y las ciencias.

Según se ha visto, tanto la Filosofía como la ciencia desde el punto de vista de sus estructuras o ser formal, son ambas entidades metódicas, y por ende, claras y distintas (Descartes), no relativas como el conocimiento vulgar. Críticas, problemáticas, que siempre suponen la duda.

El conocimiento cotidiano, por el contrario, en la medida en que raras veces logra desprenderse de la mera empiria no pasa de tener un contenido siempre concreto y específico; empírico en la mayoría de los casos, en la medida en que es incapaz de llevarse hasta la fase teórica o racional del conocimiento.

En el sentido de la concreción y particularidad que observa el conocimiento cotidiano, se haya más cerca del conocimiento científico que del filosófico en cuanto se refiere a sus objetos o radios de actividad. Es más, se podría afirmar que el conocimiento vulgar y el filosófico son totalmente opuestos. En su “Resumen de todo lo que debe observarse para filosofar bien” al respecto plantea Descartes que “ si deseamos dedicarnos seriamente al estudio de la filosofía y a la investigación de todas las verdades que somos capaces de conocer, nos libraremos primeramente de nuestros prejuicios, y haremos propósito de rechazar todas las opiniones que antes hubiésemos admitido en nuestras creencias, hasta que las haya examinado seriamente; haremos inmediatamente una revisión de las nociones que se dan en nosotros, y solo admitiremos por verdaderas las que se presenten clara y distintamente a nuestro entendimiento”
[2]; con lo cual parece ratificar los criterios vertidos precedentemente acerca de la oposición lógica existente entre filosofía y conocimiento vulgar.

En cuanto se refiere a la Ciencia y la Filosofía, es notorio el hecho de que en cuanto se refiere a sus objetos o radios de actividad son opuestas lógicamente. Mientras que el objeto de estudio de la ciencia es particular, el de la filosofía es general. Contrariamente a cómo quieren hacer ver ciertas escuelas positivistas y cientificistas de nuestro tiempo, la filosofía no alcanza la precisión y rigurosidad propias del saber científico, ni aún en cuanto se refiere a la “filosofía científica” o de la ciencia, que es en mi criterio el momento de la Filosofía que posee los vínculos de inter-reciprocidad mas estrechos y privilegiados con la ciencia; (aunque la interrelación, interacción e implicación de los diversos momentos de la Filosofía entre sí salta a la vista, existe entre ellos una relativa independencia notoria lo cual nos permite considerarlos por separado); que aún cuando filosofía de la ciencia, es, continúa siendo en ultimo análisis filosofía. La filosofía de la ciencia, no es la ciencia misma. No es feliz afirmar que la filosofía es y ha sido desde sus albores solo ciencia o filosofía de la ciencia sin pecar de unilateralidad.

b- Religión, Ciencia y Filosofía. Semejanzas y diferencias.

La religión se formula preguntas generales, acordes a los problemas que trata, a las cuales da, por consiguiente, respuestas y soluciones generales, aún cuando en la mayoría de los casos sus respuestas son cerradas y “acabadas”, dogmáticas.

En todo sistema o doctrina religiosa no existe sino una sola y única verdad absoluta, o mejor dicho, un conjunto de verdades absolutas e inmutables de donde son derivadas todas las verdades concretas posibles. De ahí que en la religión huelgue toda posibilidad de reflexión y crítica, pues sus “postulados” deben ser aceptados por la fe; quien no esté en disposición de interiorizarlos dogmáticamente, sencillamente, queda excluido; de ahí el carácter monolítico y unidireccional de toda religión
[3]; contrariamente a cuanto ocurre en filosofía en que los hombres filósofos en la mayoría de los casos poseen visiones distintas acerca de las mismas problemáticas (filosóficas).

Empero, Religión y Filosofía no son excluyentes en términos absolutos. La religión como la filosofía es general; el objeto de estudio de ambas puede ser o no ser, real u ópticamente hablando.

Se oponen, no obstante, en cuanto se refiere a sus formas de actividad y normas de procedimiento; así, la religión procede a través de dogmas, por medio de la fe, y sus planteos son “verdades” inmutables y apodícticas; mientras que para el filósofo no hay nada absoluto ni establecido de manera fija y definitiva. Nada de estático e inmutable hay en filosofía, así como tampoco principios intocables, ni lugar para la fe o el dogmatismo, sin afectación de su esencia.

Lo mismo no podría plantearse respecto de la ciencia y l religión. La religión es general, la ciencia es particular. La religión procede a través de dogmas y por medio de la fe; la ciencia al igual que la filosofía es crítica, y problemática por esencia, por cuanto se podría afirmar que ciencia y religión son diametralmente opuestas en el sentido de que son opuestos lógicos, filosofía y conocimiento cotidiano.
He aquí cómo la filosofía participa tanto de la ciencia como de la religión sin necesidad de ser ni una cosa ni la otra, ni tener que hallarse necesariamente en una especie de “tierra de fuego” como plantean Beltrand Russell
[4] y Andrés Avelino[5], en tanto que concibo la filosofía como una entidad de conocimiento distinta de las previamente aludidas por cuanto no encuentro razones ni evidencias aparentes para la existencia de relaciones de subordinación y jerarquización entre ellas. La amplitud o extensión de sus objetos de estudios, la mayor o menos rigurosidad de sus procedimientos, etc., podrían ser tomados como paradigmas o modelos respecto de una posible relación jerárquica o de subordinación entre la ciencia, la filosofía y la religión, o el conocimiento cotidiano, pero en tal caso, los resultados serían siempre relativos, en la medida en que sierre estarían condicionaos por las peculiaridades inherentes al área tomada como paradigma










[1] Aristóteles; “Metafísica”; Libro I, cap. II, Págs. 13, 14
[2] Descartes, R. “Principios de filosofía” en Obras Filosóficas Escogidas; Pág. 167, Párr.I
[3] Semejante ocurre por ejemplo con ciertas escuelas llamadas “filosóficas” de nuestro tiempo en que la axiologización y teleologización del ser filosófico ha devenido ideología, al eliminarse los elementos dinámicos y problemáticos propios de todo filosofar, con la correspondiente cuota de dogmatismo y acriticidad. Éstas escuelas, más bien parecen ser sectas de una “religión atea” que eslabones del movimiento histórico de la filosofía.
[4] “La filosofía, tal como yo comprendo ésta palabra – plantea B. Russell en la Historia de la Filosofía Occidental (pág. 7) – constituye algo intermedio entre la teología y la ciencia. Igual que la teología se compone de especulaciones sobre objetos cuyo conocimiento exacto es, por ahora, inaccesible; pero a semejanza de la ciencia se apela más a la mente humana que a la autoridad, igual si es la autoridad de la tradición que de la revelación. Todo conocimiento exacto, pertenece, en mi opinión, a la ciencia; todos los dogmas en cuanto rebasan el conocimiento exacto, pertenecen a la teología. Pero entre la teología y la ciencia existe una tierra de nadie que sufre los ataques de ambas partes; ésta tierra de nadie es, precisamente la filosofía” (citado por P. V. Kopnin en “Lógica Dialéctica”; Pág. 18, Párr. I)
[5] “ (El filósofo es) un hombre cuya estructura psíquica fluctúa entre el religioso y el no religioso (el científico, el comerciante, el usurero, el criminal, etc.). Ni es religioso, ni es no religioso. En esto consiste su estructura óptica”; en : Avelino, A.; “Filosofía del conocimiento II”; Págs. 49

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