domingo, 31 de agosto de 2008

Parte III

El nuestro es un departamento de filosofía occidental, geográficamente enclavado en Occidente. Ignorar la tradición no constituye mérito, menos aun si es la propia. No podrá afirmarse, con propiedad, que tenemos un pensum que trata de formar pensadores, individuos portadores de una visión integral de, por lo menos, las cuestiones filosóficas fundamentales, hasta tanto no sean agregadas a nuestro plan de estudios, con carácter de obligatoriedad, aun si fuese necesario aumentar en dos semestres el tiempo estándar de la carrera, las asignaturas indispensables para hacer realidad dicho proyecto. Sin la inclusión, en el nuevo pensum, de un nivel de exiología, de dos Filosofía de la educación, uno de antropología filosófica, dos de la historia de la cultura dominicana, uno de metafísica, uno de filosofía del derecho y otro de Historia de los Sistemas y los problemas filosóficos y sus soluciones, no lograremos superar el diletantismo ni la unilateralidad característicos de todos o casi todos los egresados de nuestra Escuela. La actividad filosófica se convierte en mero cientificismo, si prescribe de su hacer el sentido de totalidad.

Es tarea intransferible del filósofo de cada época, la determinación del lugar ocupado por la forma de conocer a cuyo estudio ha consagrado su tiempo, en el concierto de las diversas formas de abordar la realidad inventada por el hombre. En la actualidad hay quienes, en nombre de la altura de los tiempos, proclaman a viva voz la resolución de la filosofía, vale decir: su disolución en la investigación sociológica, económica o política. Badiou, Althuscer y Balibar la convierten en arcilla política y con ello creen conquistar el cielo, más otra cosa no hacen que flexibilizar los conceptos de ciencia, filosofía y política hasta el punto de hacerlos lógicamente inoperantes. La inclusión en el listado fijo de asignaturas – no optativas – del nuevo plan de estudios de un nivel de filosofía política, así como de una Mención en Ciencias Políticas colocará al estudiante en el mismo centro de la preocupación de la diferencia específica de la filosofía con respecto a la política, y viceversa; y puede contribuir, además, a aportar los elementos indispensables a aquellos que sientan el llamado de la actividad y de la lucha en pro de la libertad, la justicia y el bienestar social, y deseen dedicarse con éxito a los quehaceres propios de la política partidaria. La insurrección de abril de 1965 obligó a los dominicanos a una participación directa o indirectamente en los negocios de la política, y lo que es peor todavía: a mirarlo todo a través del cristal de los intereses políticos. La filosofía no fue una excepción, y aun en este tiempo, casi tres décadas después, no disfruta de la autonomía epistemológica que de hecho y de derecho le corresponde.

La explicación sociológica, histórica, política, o económica de la realidad social dominicana, americana o universal no le está da
da a la filosofía. Si la filosofía no tiene un rol, un método y un objeto de estudio diferentes a los de la sociología, la historia, la política o la economía, su muerte ya fue decretada. No tiene justificación. De ello no se sigue, necesariamente, que la actividad filosófica sea totalmente autónoma, con respecto a otras formas de abordar la realidad de parecida naturaleza. La conciencia de la relación interdisciplinar es un requerimiento ontológico.

Esta afirmación no alcanza a poner en entredicho el entronque de toda filosofía, como manifestación cultural, en un determinado hacer. La historia es una de las disciplinas fundantes de la filosofía, pero no la única. Al margen de un conocimiento minucioso de la historia universal no hay gran filosofía. Ortega, Hegel, Marx, Dilthey y Nietzsche son sólo algunos de los ejemplos más refulgentes. Es conveniente, por tanto, que a partir de primer semestre se incluyan, sucesivamente, cuatro niveles de Historia de la Civilización, y se agregue, a las ya existentes, una mención en Historia Universal. Los quince créditos correspondientes podrían obtenerse mediante la inclusión de sendos niveles de Métodos y Técnicas de la Investigación Histórica, Antropología Cultura, Sociología del subdesarrollo, Filosofía de la historia y Antropología filosófica.

Nada hace la filosofía con ignorar la existencia de la historia. Tampoco está llamada a convertirse en su cenicienta. Pero tratando de evitarla no hace más que correr tras el viento o intentar huir del badajo maldito del tiempo. Los problemas teóricos que aún en la actualidad está por resolver nuestra América, son problemas derivados de la propia conformación histórica de los países que configuran su geografía. En más de una ocasión se ha intentado explicarlos filosóficamente. Esta cuestión está directamente relacionada con el problema del colonialismo espiritual o de la emancipación mental de los latinoamericanos que tanto preocupara a José Vasconcelos, Augusto Salazar Bondy, Leopoldo Zea, Pedro Henríquez Ureña y Juan Isidro Jiménez Grullón, ante lo cual no somos o no pueden seguir siendo indiferentes quienes comparten la preocupación de si existe o no tradición filosófica en la República Dominicana. Si la hay, qué podría hacerse para rescatarla y darle continuidad, o superarla; y, si no la hay, qué hacer para darle inicio.

Si de responder con solidez a esta cuestión se trata, ha de tenerse en cuenta la historia de la literatura dominicana que es donde, en principio, hay que buscar los rudimentos de filosofía que pudiera haber en nuestro pasado cultura inmediato. El profesor Miguel A. Pimentel hace un esfuerzo digno de tener en cuenta. Uno o dos niveles de Historia de la Literatura dominicana no sólo pondrían al novel pensador en contacto con las ideas subyacentes en los quehaceres específicos de cada uno de los literatos abordados, sino que, concomitantemente, lo relacionaría con los métodos propios de la crítica y la interpretación literarias, conjunto de procedimientos analíticos que luego podrían serle útil en el rastreo del pensamiento filosófico dominicano a través de la historia, si es que existe. Pero aun esto sólo en principio.

La literatura es aquí un medio, no una finalidad en si misma. El fin es la comprensión y continuidad o ruptura (aufhebung) con los antecedentes del desenvolvimiento actual del pensamiento filosófico en la República Dominicana, punto de llegada a cuyas cumbres luminosas es posible acercarse mediante el aditamento de un seminario sobre el pensamiento pre-filosófico taíno, dos seminarios acerca del Pensamiento Filosófico en Santo Domingo ( I: 1492-1844; II: 1844-1986) y la creación de una Mención en Pensamiento Dominicano. Pero esta comprensión no será todo lo plena que puede ser, si se la aísla de un contexto cultural más amplio. La Independencia efímera (1821) no fue del todo ajena a los ideales unitarios de Simón Bolívar, la llegada de Hostos al país, en la segunda mitad del siglo XIX, ató firmem
ente nuestro espíritu al carro de fuego de la evolución espiritual americana; la intervención norteamericana dejó impresa en el alma nacional el utilitarismo, y su retoño más acariciado: el Pragmatismo.

Para entender de manera cabal y multidimensional el pensamiento dominicano, desde 1844 hasta nuestros días, es indispensable el conocimiento del devenir espiritual americano. El pensamiento latinoamericano tampoco puede ser abordado de manera integral al margen de sus homólogos español y universal.

El componente universal está contemplado en el Pensum actual de nuestra carrera; no así el pensamiento español como asunto específico ni el latinoamericano como asignatura fija y obligatoria para los aspirantes a licenciados. Sugiero, en consecuencia, que al pensum actual sean agregados una Historia del Pensamiento filosófico americano, una Introducción general a la Historia de la Filosofía española y una Mención en Filosofía Hispanoamericana.

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