martes, 3 de febrero de 2009

Breve introducción general al estudio de los problemas relativos a la estructura o esencia de la filosofía (notas para una investigación)

“Jóvenes: no cerréis nunca las ventanas de vuestra casa; tenedlas siempre abiertas para que entren el aire y la luz. No rechacéis jamás ninguna exégesis que de vuestra doctrina se haga; una doctrina es tanto mas vital cuanto más exégesis inspira. Ninguna doctrina fecunda ha sido nunca hermética sin detrimento de su esencia. Dejad que el tumulto de la vida y los accidentes del mundo vayan plasmando lo que es adjetivo en la doctrina”
José Martínez Ruíz -Azorín
[1]

Un paréntesis necesario
El carácter complejo y polémico del presente ensayo queda evidenciado desde el titulo mismo. Ello quizás podría ilustrar acerca de las razones por las cuales es tan frecuente en el mismo la referencia bibliográfica directa.
No es posible abordar la problemática que por ahora me ocupa al margen de la “posición” que filosóficamente se sustente. Creo en una filosofía multidimensional y abierta, libre de toda posible contaminación dogmática. Veo en la crítica y la discusión un estímulo para la revisión de las propias convicciones.

El presente trabajo no pretende ser una discusión acabada, como tampoco dotar al lector de una especie de cápsulas lógicas por medio de las cuales se puedan resolver todos los problemas posibles. Ya Marx criticaba a aquellos “lógicos de profesión” que por medio de unas cuantas fórmulas pretendían acusar resolución a todo asunto presente, habido, o por haber.

Se trata – en el presente trabajo – de aportar algunas notas para la discusión del problema, para ser modificadas, enriquecidas y superadas críticamente.
Que las críticas y amonestaciones de lugar revistan la misma altura y fundamentación, es mi mayor deseo. Me excuso por los insondables escollos teóricos que de seguro tendrá el presente intento, a la vez que aprovecho la ocasión para hacer mía la conocida preocupación socrática de que…
Al que peca no se le debe castigar sino instruirle
[2]

I- La ciencia. Objetivos y procedimientos
Si consideramos el objeto de estudio de determinadas ciencias, sin necesidad de ser especialistas en ninguna de ellas, y aún cuando fuesen muy exiguos los conocimientos que sobre las mismas tuviésemos, haciendo abstracción de sus diversos contenidos, desde el punto de vista de su estructura, encontraremos una amplia gama de cualidades propias y comunes a dichas áreas o disciplinas de conocimiento.
Es éste conjunto de propiedades lo que en determinada época histórica nos permite establecer, reconocer o diferenciar dicha modalidad de conocimiento de otros tipos de “conocimiento” (religioso, cotidiano, etc…); y es, precisamente la existencia de ésta forma o estructura común a toda ciencia lo que hace posible la existencia de un concepto de ciencia.
El concepto aprehende, recoge, abstrae de los objetos o entidades particulares aquello que hay de esencial, común y universal (entiendo por esencial, aquello sin lo cual determinado ser no sería lo que es). De donde por demás se sigue que el concepto “reside” en la entidad o c osa que expresa; pero no por ello hemos de identificar el concepto con la cosa misma, el concepto es siempre intencional.
De ésta manera entendido el concepto, creo en la posibilidad de un concepto o ciencia. Esto es, en un concepto “capaz” de aprehender aquello que hay de común y esencial entre las diversas ciencias (estructura), sin que por ello tenga que estar referido a ninguna de ellas en específico.
En éste sentido, podría (acaso) objetárseme “luchar” contra palabras, frente a lo cual yo podría apuntar que las palabras son medios de expresión conceptual; y, que los conceptos, a su vez, no son sino “instrumentos” o medios de conocimiento, que es el fin último de toda ciencia o filosofar
[3]; ya a principios de siglo en “¿Qué hacer?” Lenin planteaba que: “Hay que ser miope para considerar como inoportunas y superfluas las discusiones de fracción y la delimitación rigurosa de matices. De la consolidación de tal o cual matiz puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por largos años, muy largos años”.[4]
Pero bien, procuraré ceñirme más rigurosamente al objeto de discusión del presente apartado.
De toda ciencia, cual que sea la naturaleza inherente a su objeto de estudio, por lo menos, es posible afirmar que este será siempre particular, único, determinado, específico, y ante todo, existente.
Todo objeto de estudio de determinada ciencia – trátese de la que se trate – es, necesariamente. De ahí, que no esté dado a la ciencia abordar problemas de naturaleza mítica o mágico-religiosos. De ahí que tampoco sea posible “demostrar científicamente” la no-existencia de Dios, como pretenden algunos “científicos” de nuestro tiempo. Al respecto Levy Brushl plantea que “la ciencia por definición no tiene más función que la de conocer lo que es. Ella no es ni puede ser más que el resultado de la aplicación metódica del espíritu humano a una porción o a un aspecto de la realidad dada. Ella tiene y arriba al descubrimiento de las leyes que rigen los fenómenos”
[5]
Incluye el prof. Levy Bruhl a este documento el de “la aplicación del espíritu humano a una porción o aspecto de la realidad”, de donde necesariamente se sigue que como ya adelantaba el mismo Aristóteles[6] las causas y propiedades fundamentales de las cosas con frecuencia “se nos ocultan” por cuanto la ciencia es, por esencia, metódica, es decir, que se obtiene siguiendo un plan, por oposición al conocimiento vulgar, que es “libre” , en la medida en que puede ser obtenido sin la necesidad de ser buscado. Ya el mismo Marx plantea que si la realidad se presentase ante nosotros tal cual es, la ciencia carecería de sentido. Y es, que es el método, precisamente, lo que hace de la ciencia un conocimiento claro, distinto, ordenado y sistemático; mientras que el conocimiento vulgar o cotidiano en tanto que a-metódico es oscuro, indistinto, a-sistémico.[7]
Todo conocimiento científico es crítico, y problemático, y siempre supone la duda. No hay lugar para la autoridad o lo absoluto al interior de la ciencia. “Desconfíese de toda descripción de vía de la ciencia – nos plantea el profesor Bunge en La Ciencia; su Método y su Filosofía -, pero no se descuide ninguna”[8], pues la ciencia es un constante fluir, no un todo acabado y definitivo, en que unas “verdades” son superadas por otras, éstas a su vez por otras, y así sucesivamente (verdad absoluta/verdad relativa; V.I. Lenin). La ciencia es, en una palabra, una entidad en la cual “no existen respuestas definitivas, y ello simplemente porque no existen preguntas finales”[9].
No debe deducirse de los conceptos previamente vertidos sin embargo, que la piedra de toque de la ciencia venga dada por la “crítica”, el “taller” o la “comunidad científica”. No. El conocimiento científico, es también objetivo, en la medida en que en la mayoría de los casos es comprobable y/o modelable.
He aquí de donde “nace” la precisión y rigurosidad comunes a todo conocimiento científico; contrariamente al conocimiento vulgar, que es impreciso y relativo en tanto que mudable y contingente, en la medida en que es empírico y sensible. Pero la ciencia en algunos casos es también empírica y sensible; si differentia specífica reside en observar en la empiria no más que un momento del proceso del conocimiento. Pero no toda ciencia es empírica en el sentido de que lo es la cotidianidad según veremos al discutir sobre la estructura de la “ciencia” filosófica, que a continuación me aboco a estudiar.

[1] “El escritor”; pag.118 –Párrafo II
[2] Platón; “Apología de Sócrates”, pags.138-139
[3] Véase: Althusser, Louis; “Para leer El Capital”; pág. 11-párr. VI
[4] Citado por Althusser; ibid, pág.12
[5] Citado por A. Avelino (hijo), en “Apuntes de Cátedra para ética”; pág.7
[6] Aristóteles; “Metafísica”; Libro VII, cap. XVII, pág.169 –párr.II
[7] Descartes, René; “Discurso del Método”, Segunda parte; págs.34,35
[8] Bunge, Mario; “La Ciencia; Su Método y su Filosofía”; pág.61
[9] Bunge, Mario; ibid, pág.55

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