lunes, 15 de septiembre de 2008

Cristianismo y solidaridad


Cristianismo y Solidaridad
de Alejandro Arvelo



La historia de la humanidad es la historia de la solidaridad entre los hombres.

Desde los tiempos más remotos, los individuos se han visto en la necesidad de marchar juntos en aras de enfrentar con eficacia a las fuerzas de la naturaleza. El hombre primitivo, de pie frente a la llanura inhabitada, con sólo flechas y cuchillos de piedra o de madera por instrumentos de defensa, hubo de unirse a todos para ayudarlos en la lucha por la vida, a la vez que aseguraba su sobrevivencia y la de los suyos. El hombre es el único ser que, al ayudar a otros, se fortalece.
En la actualidad el hombre ejerce un dominio casi absoluto sobre la naturaleza. Sólo el infinito universo y el micromundo parecen ofrecer suelo fértil para el misterio a los ojos del hombre contemporáneo.
Sin embargo, los miembros de nuestra especie siguen estando tan necesitados como ayer de la protección y del auxilio recíprocos. El verdugo no ha desaparecido; ha mudado de piel. El hombre es el sucedáneo de la naturaleza.

En los tiempos que corren, el hombre representa el mayor peligro para el hombre. El dinero, el poder de destrucción y la voluntad de dominio se han enseñoreado de los habitantes del planeta. A los seres humanos ya no se les aprecia sino en función de la utilidad que puedan ofrecer en pos de la consecución de esos objetivos. Se les ve como medios, no como meta o finalidad.

Los tiempos en que se concebía al hombre como la maravilla de la Creación, han sido sepultados por las cenizas de la apatía y el desamor. El egoísmo y el individualismo reinantes, la creencia de que la prestancia y la grandeza humanas nacen de la capacidad para prescindir de los demás…son signos de la deshumanización predominante en nuestro tiempo.

El mundo occidental está herido de muerte. Sólo un cambio de marcha radical puede salvarlo. Una manera de comenzar podría ser: volver a hacer del hombre, de los seres humanos el centro de todo proyecto y de todo quehacer. Es decir, acceder a un nuevo humanismo; a una nueva visión de las relaciones entre los habitantes de la tierra, en la que ni las riquezas, ni fronteras, ni creencias separen a los hombres, y el espíritu de convivencia sustituya el egoísmo, y la solidaridad a la indiferencia.

El Cristianismo es una ventana abierta a la filantropía. Sólo el amor de una madre a su hijo es comparable al amor de un cristiano. Aquel que situó en la base de sus sistema el principio “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, así lo sugiere un pensador francés del siglo pasado, si no era Dios, merecía serlo (V. San Mateo 22:34-40). Ahora bien, Jesucristo y su sistema de pensamiento constituyen el punto culminante de un concepto más amplio de la vida de relación.

Ya en el momento auroral del pueblo de Israel, Moisés consagró seis de los mandatos morales básicos de la religión de los antiguos judíos a establecer las normas de respeto y de auxilio mutuo que habrían de orientar las relaciones entre las personas (Éxodo 20:12-17).

Estos principio son los siguientes: veneración de los progenitores que, junto a los hermanos, esposas e hijos, son nuestros prójimos primarios; respeto a la integridad individual, la vida y la propiedad personal de los demás. Esto es: mantener bajo control de nuestra voluntad a nuestras pasiones más acuciantes (ira, mentira, envidia de la dicha ajena). La codicia es la edad madura de la envidia.
Mas, a la violencia individual, Moisés opuso la violencia institucionalizada (Éxodo 21:12, 15, 23, 25); Cristo, la doctrina del amor al prójimo (Mt. 5:31-47); sea éste leal o desfavorable a nosotros. La médula del pensamiento cristiano es la doctrina de la solidaridad.

Sólo aquellos que, como Él, estén dispuestos a derramar el néctar de su vida en pos del bienestar del prójimo, merecen ser considerados sus seguidores auténticos. Ser cristiano es mucho más que ir al templo con puntualidad, leer la Biblia o hacer ayuno. Es una forma de vida. Es, como el mismo Cristo dejó establecido, ayudar al menesteroso, socorrer al necesitado, luchar sin descanso para que sea en la tierra el reino de paz, justicia e igualdad que rige en los cielos (Mt.6:10).

El prójimo no es un ente abstracto. Es ese hombre que es víctima de una injusticia, esta mujer que sufre, aquel niño que clama pan o abrigo. El prójimo es ese mar de seres humanos con los que a diario nos encontramos en estas tierras y sobre estas calles, bajo este cielo y frente a este sol quemante del Caribe.

2 comentarios:

F. Arvelo dijo...

Muy buen articulo. Es la definicion mas completa de lo que es Religion.

A veces nosotros mismos nos deshumanizamos simplemente por adaptarnos a esta vida y a los afanes diarios, ovidandonos no solamente de ese "mar de seres humanos" qu es nuestro progimo (como usted dice), Sino, que nos olvidamos incluso de nosotros mismos.

Espero que este ensayo nos haga reflexionar y entender que el estilo de vida que nuetros padre creo en el principio sigue siendo un modelo perfecto para la vida de hoy.

Un trabajo extraordinario y me conforta sobremanerasaber que usted, peso a todo su ciencia, conocimientos y sabiduria este conciente de esos pricipios.

Lo unico en que puedo agregar a su tema, o talvez corregir, con todo el respeto, es que El mismo Dios, y no Moises, Quien ha consagrado 6 de los mandatos morales básicos de la religión a establecer las normas de respeto y de auxilio mutuo que habrían de orientar las relaciones entre las personas (Éxodo 20:12-17).
Y que esas leyes estan vigentes hoy.

Son las que garantizan el porvenir que deseamos.

Saludos cordiales.
Su sobrino y amigo

Francisco Arvelo.

Eulogio Silverio dijo...

Profesor Leí este fin de semana su ensayo sobre el cristianismo y solidaridad y concuerdo ciento por ciento con su visión del fenómeno. Pienso que la mayoría de los que se atreven a auto llamarse cristianos no comprenden el sentido de esta visión del mundo. Más bien utilizan esta bella filosofía de vida como una comedia de mal gusto que tratan de representar socialmente, pero que en su interior no sienten, no comprenden ni quieren comprender, pues siguen siendo seres primitivos apegados a las cosas más insignificantes del mundo, como son la representación social, el lujo sin esfuerzo, la trapisonda, la manipulación y el ocultamiento permanente de su verdadera identidad como sujetos.
Como decía acertadamente Sartre el sentimiento se muestra con la acción y no existe cristianismo donde no hay solidaridad, donde no se mira al otro como un fin en sí mismo nunca como un medio. Lévinas diría que no existe verdadero cristianismo hasta que no veamos en el otro el rostro del que sufre, pero al margen del su historia, si es malo o es bueno, sólo el rostro del ser humano que demanda de mi solidaridad.
Espero otras entregas de este tema.