lunes, 25 de agosto de 2008

Invitación a Filosofar (Parte I)

La filosofía no existe al margen del pensamiento. Pensar es la actividad radical del filósofo. Sin reflexión es imposible conquistar la fluidez, la capacidad de relación y la intuición indispensables para alcanzar la madurez de juicio.

La práctica social del filósofo es pensar y recrear lo conocido. El norte obligado de todo aspirante a filósofo, con razón ha dicho un pensador alemán, no es aprenderse de memoria determinado sistema filosófico sino filosofar. Ahora bien, filosofa quien puede, no quien quiere. La capacidad de filosofar no es una cualidad innata; sino una potencialidad cuya atrofia o plenitud va a depender en cada paso de la actitud asumida por el aspirante a filósofo.

Para filosofar lo primero que hay que hacer es decidirse a filosofar. No es cierto que todos seamos filósofos. Si fuera así: ¿para qué desperdiciar cuatro, seis u ocho años de estudios académicos en busca de una licenciatura, una maestría o un doctorado?, pero no basta cursar estudios en el área o diplomarse en la universidad.

El escepticismo como actitud provisional frente a toda propuesta o planteamiento filosófico constituye un arma de inestimable valor si se busca enfrentar la morosidad y el memorismo.
Pero hay que acompañarlo de un elemento al margen del cual es imposible todo conocimiento, e incluso todo pensamiento: la cultura. Pero no se trata de la cultura en general sino de la cultura filosófica, si bien la filosofía a veces se encuentra disuelta en la poesía, la historia, el discurso político, las artes plásticas y la narrativa.

Sólo volviendo la mirada hacia quienes han pensado rigurosa, metódica y sistemáticamente el mundo, se aprende a pensar válidamente toda realidad pasada, presente o posible. Solo conociendo a fondo los recursos mediante los cuales han filosofado nuestros predecesores se aprende a filosofar; es decir, a pensar críticamente todo cuanto es, a recrear lo conocido.

La filosofía es, ante todo, búsqueda. Camino abierto. Posibilidad que a cada instante se renueva. Por eso cuando del quehacer filosófico se trata, todos somos jóvenes. La filosofía es el pensamiento juvenil….
Lo dado, lo establecido, lo absoluto pertenecen a los submundos de la ideología, la religión y el sentido común. Quien se precie de ser un filósofo, así sea in nuce, ha de huir, como la sombra a la luz, de las soluciones definitivas. Y, ante todo, ser humilde y oír con paciencia a los demás. El más craso error que puede cometer un filósofo es el de obliterar su espíritu en nombre del bien o del progreso.

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